Por: Francisco Casado
Un buen líder político debe ser capaz de ser inspirador, tener habilidades de comunicación efectiva y demostrar integridad y confianza en su capacidad de tomar decisiones y hacerse acreedor de la confianza ciudadana. También debe ser visionario, estratégico y estar dispuesto a escuchar y tener en cuenta diferentes perspectivas. Además, debe ser capaz de construir alianzas políticas con aliados y adversarios y trabajar en equipo para lograr objetivos comunes.
En nuestra pequeña república, San José de Ocoa, nos acostumbramos, desde que fuimos elevados a la categoría de provincia, a ver un liderazgo político basado en tres figuras imponentes: Pedro José Alegría Soto, primer senador y por ende “senador histórico”; Carlos Castillo Almonte, senador que sucediera a Alegría y el recién electo al Senado de La República Aneudy Ortiz Sajiún.
Cada uno de ellos posee la capacidad para influir y dirigir a otros en el ámbito político. Están dotados de las habilidades como la toma de decisiones, la comunicación efectiva y la capacidad de motivar a otros para lograr metas políticas. Nos han enseñado su capacidad de comunicación, el carisma, la capacidad de tomar decisiones y liderar a un equipo, la visión de futuro y la capacidad de enfrentar y resolver problemas complejos.
Nos acostumbraron a ver políticos bien vestidos, con comportamiento de gentes de poder. Con un liderazgo capaz de guiar a su equipo hacia el éxito y lograr resultados excepcionales.
Recordando una de las tantas frases de Napoleón Bonaparte, cito: “Un líder es un repartidor de esperanza”. Y específicamente esa es la imagen que te llega a la mente cuando sientes la presencia de estos tres líderes políticos de la geografía ocoeña.
Fijémonos en Nelson Mandela, que lideró el movimiento contra el apartheid en Sudáfrica, o a Steve Jobs, fundador de Apple, que revolucionó la industria tecnológica, distanciando la comparación, podemos citar como ejemplos de buen liderazgo. Estos se caracterizaron por motivar e inspirar a los miembros de un equipo, fomentar la cohesión y la colaboración, tomar decisiones efectivas y ser un ejemplo a seguir.
En el complicado escenario social actual, ser un líder eficaz va más allá de las brillantes promesas y la ostentosa retórica.
La política se ha convertido más que en un debate de ideas en una selección de personal, de ahí la importancia del marketing político y la comunicación, de construir liderazgos que llamen la atención, que sorprendan y que conecten en los primeros segundos con la ciudadanía; no hay segundas oportunidades.
Las tres figuras en mención poseen la integridad y la empatía hasta la habilidad para comunicarse de manera efectiva y la visión a largo plazo, elementos que constituyen la esencia misma de un liderazgo político auténtico y orientado hacia el bienestar de la sociedad.