Por: Asdrovel tejeda
¡Historia!
Tierra de la tierra misma. Con el olor que desprende mojada por la llovizna. Raíz, soporte, armazón. Polvo del polvo es, del origen de mis huesos. Conjunción de nombres con apellidos y formas de viaje gravitacional al centro de mi universo. Calor del sol del verano en la humedad de mi piel en las noches de mi otoño. Relatos que van cantando en los cuentos del ayer al calor de una fogata, la añoranza del amigo que sube por las paredes amarrando los recuerdos. Letras en la pizarra, blancas como la tiza, que calcaron las palabras en las aventuras simples de las primeras lecturas. El juego de candelita, el volar de las chichiguas, el “topao” o el reguilette de tapitas aplastadas. Cuando el amor empezaba a romper las cortinas, los velos y los misterios.
¡Bandera!
El ombligo que se entierra en una esquina del patio. Los sueños, las esperanzas. Las sonrisas y los llantos. Cada cuento que aprendimos. Cada dolor compartido. El beso que acaricio por primera vez los labios. La ternura en la caricia de la mano de la abuela. Y la sangre en el sendero que nos salpica las venas.
¡Himno!
El merengue apambichao que solivianta caderas. El pregón con el café, primero de la mañana. El gallo que nos despierta al filo de madrugada. La canción que nos devuelve de los amores primeros. Es la bulla, el grito, el ruido, la luz que se va de pronto dejando oscura la noche. Cuando llamamos al pan, pan, o al vino, que nunca vino. La lluvia que nos mojó a la vera del camino. Nostalgia en la lejanía, es pensar en un regreso. Es llevarla caminante en cada paso aprendido. Es mantenerla abrazada con el corazón en vilo.
Razón de todo camino. Y cuando se apaga el día va dibujando los sueños. Y nos vemos de regreso. En tu suelo amado.
¡Patria!
