Por:Nobel Mejía
Entre mi hermano mayor y dos activistas sociopolíticos locales surgió una vez mas la famosa expresión “fuga de cerebros”. La observación de esa tríada es válida, preocupante y digna de análisis. Es un evento “pasivo” al cual se le presta poca o ninguna atención, quizás porque siempre hemos tenido emigración.
Es sabido que una cantidad considerable de ocoeños reside en otros territorios nacionales y en playas extranjeras. Las razones son diversas: académicas, políticas, laborales, familiares, socioeconómicas, entre otras. Lo curioso es que el asunto se ha acentuado en los últimos años, mucha gente preparada y con sobrado potencial está saliendo de Ocoa. En algunos casos no encontramos sentido pero, según el viejo dicho, “el corazón de la auyama solo lo sabe el cuchillo”.
Conozco de ellos en diferentes lugares de Estados Unidos, a saber: Hazleton y Filadelfia (Pensilvania), NYC (New York), Boston (Massachusetts), Connecticut, Miami (Florida), entre otros. El caso de Hazleton es especial porque se ha convertido en el “Ocoa parte 2”. Por allí andan pululando activistas sociales y políticos, ex dirigentes de instituciones, deportistas, artistas, profesionales de medicina, derecho, periodismo, educación, entre otras disciplinas del saber académico.
La referida realidad puede ser buena o mala. Perder intelectuales y cerebros no es bueno porque resta potencial e impulso de nuevas ideas en diversos ámbitos del quehacer. Puede tener algo de positivo si estos abren canales de soporte a la provincia, bien sea de forma independiente o cerrando filas en las asociaciones y grupos de respaldo existentes.
El fenómeno puede estar hablando de un Ocoa con pocas oportunidades de desarrollo personal, búsqueda de otras ambiciones, posibilidad de una valoración injusta o el no aprovechamiento de los talentos.
Mas allá de las visitas y fotos, las nuevas autoridades electas deberían ir pensando en crear espacios para atraer los migrantes, bien sea de forma permanente o temporal. Proyectos y causas donde estos puedan asesorar, elevar su voz o servir de conducto entre aquí y allá. No dejemos que el buen material “se pierda” en otras latitudes.