El nuevo presidente de Guatemala, Alejando Giammattei Falla, recibirá hoy un país polarizado en el que la corrupción es la norma y del cual huyen al menos 300,000 personas cada año, en su mayoría indígenas bajo el umbral de la pobreza.
A Giammattei le tocará combatir en 4 años los principales problemas que aquejan a los guatemaltecos desde hace dos décadas sin remedio- violencia, pobreza e impunidad.
No son nuevos conflictos para el país centroamericano, considerado por organismos internacionales como uno de los 10 más sangrientos del planeta y con los peores índices del continente en desnutrición crónica infantil (último según la ONU), inversión pública en educación (penúltimo de acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo) y corrupción (solo arriba de Nicaragua, Haití y Venezuela con base en un estudio de Transparencia Internacional).
El “deterioro” es tan grande, que un informe del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales aseguró en 2019 que “la pobreza extrema” en Guatemala “alcanzó el máximo registrado desde el año 2000″.
De acuerdo a datos de entidades locales e internacionales, 6 de cada 10 guatemaltecos viven en la pobreza y el 23 % intenta sobrevivir en condiciones de pobreza extrema.
Los últimos 5 mandatarios llegaron al poder con la misma agenda por cumplir como Giammattei. A la fecha, tres de ellos han pisado la cárcel (Otto Pérez Molina, Álvaro Colom y Alfonso Portillo) sindicados o condenados por corrupción. Solamente se salvan al momento Óscar Berger y Jimmy Morales.
La corrupción y el abuso de poder están prácticamente normalizadas en Guatemala de acuerdo al presidente saliente, Jimmy Morales. “Tal vez todo eso es parte de una corrupción que se ha vivido en el país, una corrupción que, de una u otra forma, en Latinoamérica, Guatemala y muchas partes del mundo, se ha considerado como normal”, aseguró en una entrevista en junio de 2017.