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OCOA INFORMATIVA

El Seibo, La Santísima Cruz, una ciudad de histórica, patriótica y religiosa

4 mayo 2024

Cuando en la República Dominicana se comenzó a conocer el merengue y luego otros ritmos musicales, ya se estaba tocando palos y entonando salves, desde cientos de años atrás. Por esta razón, aunque históricamente exista una negación de muchos sectores dominicanos a esta música ancestral, no hay, ni habrá manera nunca, que dejen de sonar los tambores y entonar las salves, como ritmos de la resistencia en los cuatros puntos cardinales de la isla.

Esta música y baile forma parte de la tradición y la creencia dominicana, su sonido, nos hace encontrar con la raíz, el origen, la historia y la identidad misma. Hasta el más negador de esta tradición, cuando escucha un tambor, su cuerpo, mente y corazón lo traicionan y termina bailando y cantando y pidiendo otro. Esa es la misma tradición que viene arraiga en El Seibo, como en todo el país.

El Seibo está situado en el Este de la Republica en la falda de la Cordillera Oriental a 126 kilómetros de Santo Domingo. Esta ciudad surge como resultado del proceso de descubrimiento y colonización de la Región Este de la Isla, emprendido por el gobernador Nicolás de Ovando. El 10 de mayo de 1502 fue fundada por el español Juan de Esquivel, con el nombre de Hidalga Villa de Santa Cruz de Hicayagua. El nombre de Santa Cruz de El Seibo, fue tomado de la costumbre española de colocar en los puntos cardinales de las ciudades la Cruz de Cristo, como protección contra los males. Aún se conserva una cruz llamada Asomante, en el sector Oeste de la ciudad de El Seibo.

La ciudad fue fundada en un lugar llamado Cuesta Prieta, en la margen oriental del Río Soco, pero cuentan los historiadores que un terremoto sacudió la aldea el 18 de octubre de 1751, destruyendo la villa; eso obligó su traslado un poco más al sur, en el lugar que hoy ocupa, en unos terrenos donado por los hermanos Mercedes. Estudiosos de la provincia plantean que el nombre de Seibo, se debe a un jefe tribal de raza taína, que era llamado Seebo, una especie de subcacique, sujeto a las disposiciones del Cacique de Higüey Cayacoa, que dominaba la parte oriental de la isla a la llegada de los españoles, quien después de Caonabó, era uno de los caciques más poderosos de la isla y poseía una legión de indios bajo su mando.

Un hecho muy importante marcó esta ciudad en la historia de los dominicanos, como lo fue la Batalla de Palo Hincado, la gran batalla de la Guerra de la Reconquista de la colonia de Santo Domingo (hoy República Dominicana), del 7 de noviembre de 1808, en la Sabana de Palo Hincado en el Seibo, del 7 de noviembre de 1808. Un ejército de criollos dominicanos comandados por el cotuisano Juan Sánchez Ramírez derrotó a las tropas francesas del general Jean-Louis Ferrand.

La Santísima Cruz, patrona y símbolo de la religiosidad popular del pueblo

Investigando sobre el origen de esta manifestación, encontramos en un documento eclesial, la copia de un manuscrito del año 1679 que reposa en los archivos del Arzobispado de Santo Domingo, realizado por el arzobispo de Santo Domingo, Fray Domingo Fernández de Navarrete (1619 España-1689 Santo Domingo), este documento hace mención de la existencia de una cruz en la ciudad de El Seibo, descrita de esta manera:

«Una cruz de ébano, incrustada en plata, que ha sido reconocida como símbolo de expresión de la fe por los habitantes de la zona, es una venerada cruz o imagen patronal enchapada en plata en el año 1738 y adornada con ribetes de oro y piedras relumbrantes en el año 1820. Esta santa reliquia fue colocada en el crucero del sagrado símbolo en una ceremonia celebrada el día 4 de noviembre del 1912, siendo este día de alegría y jubilo para todos los Seibanos».

La ciudad fue fundada en un lugar llamado Cuesta Prieta, en la margen oriental del Río Soco, pero cuentan los historiadores que un terremoto sacudió la aldea el 18 de octubre de 1751, destruyendo la villa; eso obligó su traslado un poco más al sur, en el lugar que hoy ocupa, en unos terrenos donado por los hermanos Mercedes. Estudiosos de la provincia plantean que el nombre de Seibo, se debe a un jefe tribal de raza taína, que era llamado Seebo, una especie de subcacique, sujeto a las disposiciones del Cacique de Higüey Cayacoa, que dominaba la parte oriental de la isla a la llegada de los españoles, quien después de Caonabó, era uno de los caciques más poderosos de la isla y poseía una legión de indios bajo su mando.

Un hecho muy importante marcó esta ciudad en la historia de los dominicanos, como lo fue la Batalla de Palo Hincado, la gran batalla de la Guerra de la Reconquista de la colonia de Santo Domingo (hoy República Dominicana), del 7 de noviembre de 1808, en la Sabana de Palo Hincado en el Seibo, del 7 de noviembre de 1808. Un ejército de criollos dominicanos comandados por el cotuisano Juan Sánchez Ramírez derrotó a las tropas francesas del general Jean-Louis Ferrand.

La Santísima Cruz, patrona y símbolo de la religiosidad popular del pueblo

Investigando sobre el origen de esta manifestación, encontramos en un documento eclesial, la copia de un manuscrito del año 1679 que reposa en los archivos del Arzobispado de Santo Domingo, realizado por el arzobispo de Santo Domingo, Fray Domingo Fernández de Navarrete (1619 España-1689 Santo Domingo), este documento hace mención de la existencia de una cruz en la ciudad de El Seibo, descrita de esta manera:

«Una cruz de ébano, incrustada en plata, que ha sido reconocida como símbolo de expresión de la fe por los habitantes de la zona, es una venerada cruz o imagen patronal enchapada en plata en el año 1738 y adornada con ribetes de oro y piedras relumbrantes en el año 1820. Esta santa reliquia fue colocada en el crucero del sagrado símbolo en una ceremonia celebrada el día 4 de noviembre del 1912, siendo este día de alegría y jubilo para todos los Seibanos».

De acuerdo a nuestras investigaciones en diferentes años y la participación en celebraciones en la zona, informantes manifiestan que el precursor de la tradición de los atabales en las patronales de la Santísima Cruz, fue el señor Catalino Solano (Nino), un hombre místico que vivió en el sector de El Rincón de El Seibo.

En el año 2016, invitado por parientes de mi padrastro que tiene familia en la zona, participe en una velación en el sector El Rincón, donde pude aprovechar el momento para hacer observación participante, documentando lo visto y vivido, en una fiesta que había iniciado en la tarde de un viernes y terminado al otro día a las seis de la tarde. Fue una celebración extraordinaria, ahí conocí el sector donde vivió Nino, donde tenía su casa y altar de trabo, además pude compartir con personas presentes en la manifestaron que habían conocido a Nino y me hablaron sobre la vida de Nino. Doña Rosa Peralta, nacida, criada y que había vivido toda su vida en la provincia, nos dijo:

«Nino era un señor alto, moreno, con bigotes, un hombre único, nunca tuvo hijos, al menos nunca se le conoció aquí, no se casó nunca, no se le conoció familia nunca. Era muy místico, ayudaba a la gente con sus remedios caseros, curaba hasta gente de otros países que venían a su altar. Él siempre decía, que no había nacido aquí, el nació en un campo de Higüey y vino a esta zona a una misión».

Nino fue dueño de la primera botánica del pueblo, además servidor de misterio, curandero, hombre de fe, que fue adoptado por los seibanos, donde vivió hasta su muerte y es la persona que más ahijados ha tendido en el pueblo, era buscado por muchas familias para bautizar sus hijos e hijas y para ser compadre, por el respeto y la valoración que le tenían. Un señor que pidió no dar a conocer su identidad nos manifestó: «Actualmente en el pueblo hay familias que de una manera muy animada siguen la tradición de los atables que inició Nino, otros lo hacen para cumplir promesas, por herencia familiar de sus antepasados y también por fe, sabiendo que esta tradición por cientos de años ha estado en el corazón de nosotros».

Dagoberto Tejeda, Iván Domínguez y José Castillo en su obra: «Calendario Folklórico Dominicano», año 2000, integran a Nino Solano, dentro de los patrimonios folklóricos del país, en el capítulo: Jefes, Líderes y Dirigentes y lo describen en la obra de la siguiente manera:

«Era músico y servidor de misterio, en cuya casa de El Seibo se celebraban las manifestaciones de la religiosidad popular de la Santísima Cruz en cuyos rituales sobresalían los palos o tabales, que se hicieron clásicos y obligatorios, con la identidad que trascendió a la región, a tal punto que, cuando se habla de este ritmo musical-danzario, la gente lo identifica como de El Seibo o San Juan de la Maguana, dentro de una visión nacional».

Luego que Nino falleció, en el pueblo se conoce de personas que dicen, haber sido curado por el de diferentes enfermedades, otros visitan su tumba donde descansan sus retos para llevar servicios y ofrendas, otros establecen haberlo visto de noche en el sector y subir en cabeza de servidores de misterios que bautizó e inició en su altar. Tras su muerte seguidores de Nino, asumieron su altar y la celebración de atabales, pero la misma desafortunadamente ha ido disminuyendo en cuanto al carisma tradicional, siendo este un elemento característico de la transformación de la cultura y sus tradiciones, la misma no es estática y por la necesidad del individuo y su colectivo se va transformando y adquiriendo otras dinámicas en los practicantes.

Los atabales y un monumento que honra el legado de Nino y los atabaleros

En el Seibo el toque del tambor corre por la sangre de su gente, por su historia, costumbres e identidad, es por eso que Catalino, aunque hace varios años que dejo este plano terrenal, sigue vivo en su gente, su legado y amor por las costumbres a la que dedicó toda una vida. En el Seibo han sabido reconocer e interpretar la importancia de la preservación y la puesta en valor de la identidad cimarrona en la isla y lo han hecho de la mejor forma, inmortalizando un hombre pobre, negro, humilde y servir de misterio de la veintiún división dominicana. Un atabalero de pie a cabeza, uno de los tantos curanderos y misioneros de nuestra rica Religiosidad Popular Dominicana.

Ese hermoso monumento en honor a Catalino Solano, a los tocadores de palos o atabaleros de la provincia Santa Cruz del Seibo y del país, se encuentra en el boulevard de la entrada de la productiva provincia del refrescante mabí seibano, bebida de indudables poderes afrodisíacos, fabricado a mano a partir de la fermentación de bejuco indio, raíces y azúcar en agua, también conocido como el «Mabí Champán Seibano». La Plaza de la Cultura Manuela Diez, resume muchos capítulos de la historia seibana y se ubica en el casco histórico de la ciudad. En esta plaza se conjugan varios monumentos, pero en este escrito nos interesa destacar el Monumento a los atabaleros. Allí también se creó el monumento a Manuela Diez, aquella mujer que lleva de manos a un niño, la madre del prócer Juan Pablo Duarte, nacida en Santa Cruz del Seibo el 26 de julio de 1786.

Otro monumento es en honor al Primer Grito de Independencia de la República Dominicana, y uno muy icónico es en honor a la corrida de toros, atractivo del turismo cultural de la zona con
una fuerte muestra de la herencia española en la tradición de los toros seibanos pero que no incluye rejoneadores, banderillas ni sacrificios de los animales como los sevillanos. La tradición de la corrida de toris nació ligada a la religiosidad, pues desde 1880 se crea la Hermandad de Fervorosos de la Santísima Cruz, patrona de El Seibo, incorporando a las fiestas patronales, la fiesta taurina al estilo de Sevilla sin sacrificar los animales. Que Viva la Santísima Cruz de El Seibo, Catalino. los atabales y la historia de un pueblo que pone en valor sus tradiciones.

Esperando que con la misma alegría que el pueblo celebra esta manifestación, ocurra con el Gagá en Semana Santa, que las autoridades y las iglesias de la zona entiendan que no pueden violar los derechos de un pueblo a practicar sus manifestaciones culturales.

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